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Cuando una comunidad se vuelve familia

"Qué suerte de que hayas dado con esta familia en tu primer voluntariado, porque yo he viajado por muchos lugares haciéndolo y es la primera vez que conozco personas tan maravillosas" me dijo Andrés, el voluntario de +40 años y nuevo amigo de Mireia y Carles, mientras se enrolaba un cigarrillo.

Hogar al otro lado del mundo

En una casa de piedras y color amarillo dentro de Massanes, España vive una familia de 4; Mireia madre, Carles padre, Oriol hijo mayor y Aina hija menor. Y desde que me encontré con Mireia en Barcelona me trató con una suave, cálida y cómoda sonrisa.

Hablamos todo el camino hasta su casa. Ambas estabamos emocionadas.

El lugar era muy hermoso, muy verde y con una vista hacia las montañas.

Quedaba en medio de la nada y tenían una comunidad unida en el área.


Fue la primera vez en mi vida que entraba y vivía en una Van (caravana). Ellos me dijeron que me darían algunos ingredientes para prepararme mis propias cosas pero que cada noche podía acompañarles en la cena (y thank god, porque tuve la oportunidad de saborear cocina española, deliciosa y fresca: ensaladas, tortilla, pasta, quesos, carnes, chorizos... Por poco y paella, pero la comida de mar es lo único que aún no me entra).


Mis tareas iban de la mano con la naturaleza, o más bien en contra de ella y su salvajismo:

Corté y deshojé bambú en el perímetro que rodeaba la casa (el verano venía y estas plantas suelen causar incendios fácilmente).

Apilé ramas y troncos.

Corté el cesped con una de esas máquinas que sacan ojos en la peli de Destino Final (y confirmé que no era tan posible jaja).

Repasé un muro de barro.

Jardinería en el huerto.

Y lo que saliera.

Solo 5 horas, 5 días a la semana.

Pero no se sentía como trabajo, en algún punto me sentía en mi espacio. Teníamos nuestros momentos familiares y sociales. Me invitaron al cumpleaños de uno de los niños y me presentaron a personas de la comunidad.


Su comunidad me impactó un montón.

Era como un sueño vivido: naturaleza, personas trabajadoras y amables, familias que cultivaban diferentes cosas o que tenían emprendimientos que compartían. Entre ellos elaboraban diferentes productos y la economía así circulaba favoreciéndose y apoyándose mutuamente (que tal veci hacía pan, que el otro queso, que aquel arreglaba tal cosa y que la de al lado daba clases de yoga, etc.).

Los niños iban a un colegio donde los sacaban a hacer paseos, a acampar bajo las estrellas... cosas muy scouts, divertidas y útiles para la vida.

Carles me contó que se conocían desde jóvenes y fueron luchadores rebeldes por derechos y estudiantes en su época, algo relacionado con la política e historia catalana que no recuerdo bien.

Comunidad auténtica

También, habían muchos temas normalizados, como el fumar María incluso si habían niños alrededor, ya que estos sabían qué era. Los adultos procuraban educar a sus hijos y normalizar estas sustancias y los niños no parecían tener gran interés en ella cuando les preguntaba. En realidad era algo muy normal, como el vino o como el tabaco.

Me invitaron a una fiesta dentro de la comunidad: era al aire libre.

La mayoría (por no decir todos) se conocían y se saludaban. Todo el mundo bailaba libremente y sin incomodidades.

Vi diferentes estilos de personas, desde hippies hasta rastas, de adultos hasta niños, de artistas hasta un punketo miniatura. Había espacio para todos y todos parecían tener su propia personalidad.


Estuve un mes. En el cual pasaron muchas cosas.

Salí a viajar cerca 1 sola vez. Con cámara en mano visité Gerona, una ciudad con una arquitecturea preciosa llena de antiguas murallas y pasillos laberintícos. Las fotos hablarán por mí.


Hice algunas cosas por primera vez:

  1. Aprendí a hacer kombucha.

  2. Fui a la playa mediterránea más preciosa que he visto en mi vida (Costa Brava).

  3. Comí lechuga directo de un huerto.

  4. Me divertí con niños pequeños (nunca ha sido mi talento pero Aina y Oriol de verdad que tenían una personalidad y mucha inteligencia. Era muy posible hablar con ellos, eran muy carismáticos y auténticos).


Y así en modo de chisme...

  1. En la playa los españoles se cambian sin taparse y sin pena. Las mujeres pelan teta y sin tener a alguien que te intimide ni morbosee. Fantástico.

  2. Cuando Carles se dio cuenta que me gustaba la María me regaló dos moñitos de su propio cultivo y uno de sus amigos vecinos me compartió una bolsa pequeña pero generosa (incluso tuve que dejar la mitad porque mi siguiente viaje era en avión). La abundancia, a lo bien que sí.

  3. Todo lo compartían con amor y cariño. Se sentía en la comida que Mireia hacía, en lo que Carles ayudaba y en los hijos que tenían.



Antes de irme les dejé este dibujito de la casa, el cual colgaron en la cocina.

Fue hermoso saber que, incluso al otro lado del mundo y sin tener la misma sangre, alguien puede hacerte sentir parte de la familia.


Gracias por leer hasta aquí.

All the love, all the power.



P.S: Este reel te mostrará mejor la experiencia.

P.S2: Si quieres saber cómo empezar a voluntariar, en mi Guía gratuita podrás leer la info completa :)

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